El elogio de la sombra

Reseña de El elogio de la sombra, de Junichirò Tanizaki – 1933.

 

Cuando tenía 21 años alquilé una habitación en la Barceloneta en el piso de Marta Boan,  una artista que nació 13 años antes que yo. Cuando la conocí conecté rápido y me pareció una persona relajada, muy catalana, elegante pero cercana; se dedica a la joyería artística y hablaba a menudo del precio al que estaba el oro. Recuerdo ese piso lleno de luz, vivíamos cerca de la playa, yo tenía una ventana que daba a la calle, todas las ventanas lo hacían y si sacaba la cabeza podía ver el cielo; delante a veces se colocaba un señor con un batin de seda que le daba la mano a otros tipos que pasaban, siempre supuse que vendía droga aunque nunca la vi. Para mi llegar a ese piso fue un momento luminoso, la primera vez que alquilaba una habitación en Barcelona, el inicio de mi independencia habitacional, de no tener que vivir con mi familia.

Cuadro que tenía en mi habitación en casa de Marta, hecho con un papel que me había encontrado en la basura, 2011.

Hablábamos de muchos temas, ahora recuerdo que ella solía leer La Contra de La Vanguardia y ese artículo marcaba buena parte de nuestras conversaciones. En una de esas me recomendó el libro El elogio de la sombra, que lo tenía por casa: es un libro pequeño, mide 10x12cm, dividido por franja amarilla y otra azul oscuro, la tipografía es una romana en mayúsculas y la editorial es Siruela. Desde entonces he pasado muchos años sin leerlo hasta hoy que lo he terminado, ahora que escribo esto tengo 34, que casualmente es la edad que Marta tenía cuando yo llegué a su casa. Decir que esta lectura se debe a que otre amigue, Tatiana Antoni Conesa, me lo ha dejado, muchas gracias.

El tono del libro es el de un señor que opina muy de tranquis, como quién está en la barra de un bar criticando algo, como estoy haciendo yo ahora mismo. Me esperaba un texto académico, un texto poético, bueno, esas eran mis expectativas. Pero no, la voz que te habla en primera persona explica de forma bastante coloquial el poder de la sombra en la cultura japonesa y como el rechazo occidental a todo lo que no está iluminado hace que se pierdan ciertas experiencias que forman parte de su tradición y, por lo tanto, de su manera de entender el mundo, de vivirlo. Trae ejemplos de espacios que nunca he visto en persona, uno que detalla es el toko na ma (espacios interiores que casi todxs hemos conocido en los dibujos), y en los que la iluminación tiene un papel importante. Habla de como sin luz eléctrica ciertos materiales tienen la gracia de multiplicar la luz del exterior (como el oro) y como tomar sopa oscura en un cuenco de laca también oscuro añade placer al hecho de tomar sopa. Creo que es un tratado de estética, que pone las bases para recordar a su gente que borrar toda su oscuridad con luz sería un error, o algo más sencillo, algo que no le gusta y que hace que algunas cosas que aparecen en la sombra se pierdan.

Hay dos reflexiones sorprendentes alrededor de la luz: el racismo hacia los japoneses y una presentación sobre el cuerpo de las mujeres. Hace una crítica al racismo occidental; donde también la luz, lo blanco, tendría valor sobre lo oscuro. Explica como en su tiempo, no sabe qué es lo que ocurre ahora, la limpieza étnica se hacia de forma meticulosa, buscando hasta el tanto por ciento más mínimo de no-blanquitud. Ofrece una imagen donde la mujer japonesa, pintada de blanco en una fiesta donde la mayoría es occidental, destaca por oscura aunque el maquillaje lo disimule. También habla de una mujer japonesa que está dentro de las casa de citas, sumida en tinieblas, y como esos cuerpos podrían no ser bellos por los occidentales por estar demasiado delgados, pero sin embargo al vivir en las sombras eso no es un problema. En Japón para que la piel pareciera más blanca, como signo de belleza, las mujeres se pintaban los dientes de negro y los labios de azul nácar, bien darks.

Al contrario de lo que me pasó con Maestro y Margarita (Bulgakov), libro que también me recomendó Marta cuando viví con ella y que no leí hasta 2020, con este Elogio de la sombra no he quedado atrapada. He de reconocer que no tengo una relación demasiado interesante con la cultura japonesa. El sushi me parece algo riquísimo; una vez me regalaron un libro de gráfica publicitaria japonesa y también me pareció una pasada, algo de animación, algo de Merzbow,… A ver, vivo en medio de un ciclo constante de información desordenada donde de vez en cuando aparece Japón, pero no me atrae mucho. En cualquier caso, agradezco haberme quitado la duda de qué va el libro, ver que no tiene un secreto inasible en sus páginas sino la visión del señor Junichiro Tanikazo y la transmisión del valor de las sombras japonesas.

¡Buenas y oscuras noches!
(acabo este texto a las 0:53 del lunes 8 de abril de 2024)

 

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